El Miércoles pasado fui invitado como ponente en el marco de las II Jornadas Audiovisuales organizadas en el IES Albayzín. Para mí fue un placer compartir con los estudiantes mis experiencias como fotógrafo profesional, así como a animarles a trabajar con ilusión y constancia.
Durante la conferencia, cuyo texto transcribo a continuación, se visualizaba un bucle con unas 300 fotos con todo tipo de fotografías, tanto de reportaje y retratos de encargo, como de obra personal. Finalmente proyecté un par de multimedias con reportajes sobre Cuba, Marruecos, la Romería de la Virgen de la Cabeza y otro sobre la celebración de Copa del Mundo en las Calles de Granada.
El texto de la conferencia fue el siguiente:...
Al recibir esta invitación para dar esta pequeña charla no sabía muy bien cómo enfocarla y qué contenido sería más interesante y útil para vosotros.
Como fotógrafo profesional, con 23 años de experiencia y profesor de fotografía (aunque en esta actividad no con tanta experiencia) supongo que mi papel hoy es guiaros e intentar motivaros para el largo camino que ahora estáis iniciando en la fotografía y también en vuestras vidas.
Vamos a hacer un poco de historia tal y como yo la he vivido.
Yo abrí mi estudio en 1989, hace 23 años.
Unos 10 años antes de que yo empezara no había demasiados fotógrafos con estudio y los que había vivían muy, muy bien.
El fotógrafo típico tenía una tienda con un pequeño estudio. En la tienda vendía material fotográfico (carretes, cámaras, objetivos, trípodes, bolsas, etc.), pero donde se generaban más beneficios era en el revelado de carretes. Revelar carretes era un chollo. Había un margen muy bueno. Tanto que muchos fotógrafos dejaron de ser propiamente fotógrafos, y se dedicaron fundamentalmente a ser comerciantes, que era mucho más cómodo. Así, no tenían que hacer fotos en bodas, en comuniones, etc.,... y vivían muy bien.
Además, el negocio funcionaba tan bien que se podían permitir tener varios empleados, o incluso varias tiendas, y dedicarse a gestionarlas más como un empresario que como un fotógrafo.
Era una época de mucha actividad económica y mucho crecimiento. Casi todo el mundo tenía trabajo, y la parejas jóvenes se independizaban más o menos pronto; se casaban, se compraban piso, coche y podían irse de vacaciones un mes al año, hacer excursiones en los puentes, etc. Tenían un par o tres de hijos, salían a comer al restaurante varias veces al mes y, por supuesto, tenían una cámara fotográfica, de las de entonces, de carrete (analógica como les llamamos ahora). Y tiraban muchas fotos y, lo que es más importante, las revelaban, es decir, las sacaban en papel. Y como digo, eso generaba mucho negocio a los tiendas de fotografía.
Y como siempre pasa... el negocio era tan bueno que se abrieron muchas "tiendas de fotos"
Yo abrí en esa época, justo cuando el pastel de los carretes empezó a tenerse que repartir entre muchos comensales. Esto causó mucha competencia y las guerras de precios que fueron llevando a la baja el negocio del revelado.
Más o menos por esa época empezaron a aparecer nuevas grandes superficies, que con su potente capacidad de compra, su marketing, sus precios y sus facilidades de pago dieron la puntilla al negocio del material fotográfico.
Aunque muchos fotógrafos se habían acomodado al beneficio rápido y fácil del revelado y la venta de material y habían descuidado el trabajo del genuino fotógrafo, otros, por el contrario, habían simultaneado ambas cosas, realizando bodas, Primeras Comuniones, sesiones de estudio, trabajos industriales, etc.
En el caso de los primeros, muchos de ellos vieron sus negocios venir a menos, incluso llegando a tener que cerrar. Otros aguantaron por el colchón que habían conseguido con los pingües beneficios de años anteriores. Y otros intentaron buscar la salida que parecía más lógica, que era reconvertir las tiendas a estudios fotográficos con servicios profesionales orientados a fotografía social. Algunos (los más preparados) consiguieron mantenerse, pero creedme, la mayoría no lo lograron porque.... uno no se hace fotógrafo de un día para otro.
Pero los segundos (los que habían simultaneado el revelado con los servicios profesionales), enfocaron el negocio desde ese momento más hacia ese camino y no les fue mal, porque contaban con la ventaja de la experiencia y la imagen adquirida durante varios años y con una cartera de clientes que los asociaba a ese tipo de trabajo. Estaban más preparados.
Como os decía, yo abrí mi estudio más o menos en esa época, y desde el principio mi objetivo fue ejercer de fotógrafo, ofreciendo servicios profesionales, y aunque durante 3 o 4 años, tuve la poco original idea de intentar vender material fotográfico y entrar en la guerra de precios en que estaba envuelta el precio de la copia 10x15 para aficionado, pronto asumí que ese no era el camino y entendí una idea fundamental: los clientes que consigues porque tienes el mejor precio no merecen la pena, no son fieles, y le comprarán a otro cuando tenga mejor precio que tú.
Así que... había que conseguir buenos clientes, fieles, que apreciaran tu trabajo, tu servicio, tu atención.
Exactamente igual sucedió con el trabajo profesional. Después de un primer momento en el que nos preocupaba qué precio cobraban otros fotógrafos por su trabajo e intentábamos estar en la misma línea para poder captar clientes, pronto entendí que el camino consistía en distinguirte del resto. O sea, que había que trabajar más, estudiar más, esforzarse más. Y había que plantearse retos y metas que te motivaran, que te movieran, que te ilusionaran.
Me puse manos a la obra y no desperdiciaba ningún momento (os aseguro que ningún momento) para leer, estudiar, investigar, visitar a algún fotógrafo y asistir a cursos y talleres de reciclaje de todo tipo.
De inmediato... entendí otra cosa: aquella lucha no era contra los otros fotógrafos, no debía ser era una estrategia contra la competencia, no se trataba de mejorar tú mientras perjudicabas a otros, o de destacar sobre los demás a base de zancadillas.
No olvidéis que todo lo malo que hagáis en la vida, antes o después, de una forma u otra, lo vais a pagar. Por eso, sed siempre buenos compañeros, compartid vuestros conocimientos y ayudad a otros siempre que podáis.
La lucha por mejorar es una guerra contra uno mismo, no contra nadie, es una guerra contra tu pereza y tu dejadez, y tus armas son la ilusión, la pasión y la satisfacción del trabajo bien hecho.
Hace unos 15 o 16 años tuve la oportunidad de tomar parte en la fundación AGRAFI, (Asociación de profesionales de la Fotografía e Imagen de Granada), asociación adherida a la FEPFI (Federación Española de Profesionales de la Fotografía e Imagen), que es como una asociación de asociaciones provinciales de toda España.
Esta federación por aquel entonces estaba diseñando un sistema de reconocimiento de méritos para reciclar, estimular y acreditar a los fotógrafos que quisieran a través de la formación continua y un sistema de calificación fotográfica profesional.
Mi inquietud no pudo encontrar mejor cauce que éste para formarme y acreditarme. El sistema, basado en el sistema de los fotógrafos estadounidenses, consistía (y consiste) en la calificación fotográfica como medio para obtener méritos con los que se puede ir promocionando a distintas categorías profesionales (Fotógrafo Distinguido, Maestro Fotógrafo y Maestro Instructor, Juez de Calificación).
Las Calificaciones se organizan cada año en una ciudad distinta de España y a ella fotógrafos de todo el país envían sus fotografías para que un panel de jueces determinen qué grado de calidad tienen. Su carácter formativo es muy importante y pretende motivar a los fotógrafos para mejorar día a día, pudiendo obtener gradualmente el reconocimiento profesional de sus propios compañeros, y pudiendo usar los títulos obtenidos legítimamente para ganar prestigio ante tu clientela.
Con esto vengo a deciros que, desde mi punto de vista, la mejor y más sana manera de progresar en nuestro trabajo es enseñar nuestras fotos a compañeros, a profesores a fotógrafos, etc., y aceptar la crítica constructiva que de buena fe te hagan.
También es muy recomendable enviar fotos a concursos, porque son retos que nos mantienen vivo... y si ganamos alguno vamos adquiriendo notoriedad y solvencia ante los demás... Y cuando seáis profesionales, no dudéis en asociaros para poder participar en calificaciones...
Siguiendo un poco con la historia...
La llegada de la fotografía digital ha significado una revolución en nuestra profesión y ha supuesto el fin definitivo para muchos fotógrafos que no se habían puesto las pilas.
Todos aquellos que no apostaron por una formación continua y que no se subieron al tren de la fotografía digital desde el primer instante, pensando que siempre habría un hueco para un fotógrafo que tirara con negativo, han ido desapareciendo uno tras otro. Y cuando han querido reaccionar era demasiado tarde, ocupándose la crisis actual de asestarles el golpe mortal.
Por otra parte, la fotografía digital ha acabado con el poco negocio que quedaba del revelado, así que actualmente no hay cabida en el mercado prácticamente para nada más que fotógrafos profesionales muy bien formados.
Hoy un fotógrafo tiene que ser un experto en marketing, en tratamiento digital (photoshop, Indesing, Camera Raw, Lightromm, etc...), mantener activa una página web, un blog y estar presente en las redes sociales. Además ha de estar muy al tanto de las tendencias estéticas y de cualquier nueva técnica que sea de utilidad.
Toda esta carga y dispersión de nuestro esfuerzo y nuestra atención puede impedirnos a veces desarrollarnos adecuadamente como fotógrafos, así que hemos de tener mucho cuidado con todo esto porque podría pasarnos que las ramas nos impidieran ver el bosque.
No podemos perder nuestro norte. La fotografía, hoy o ayer, en blanco y negro o en color, analógica o digital, con más o menos tratamiento, es un lenguaje que tenemos que conocer y dominar. Nuestras fotos tienen que expresar ideas, conceptos, contar historias, transmitir emociones. Si nuestras fotografías no consiguen comunicar serán como frases sin sentido, palabras vacías, como las de un idioma extranjero que no entendemos.
Hay que mantenerse entrenado, hay que hacer gimnasia fotográfica y no descuidar nuestra parcela de trabajo personal, esas fotos que hacemos porque somos fotógrafos y nos gusta serlo. Yo no entiendo que un fotógrafo profesional no tenga proyectos personales. En la fotografía se está porque te gusta. Este oficio no se elige porque sea una salida económica, se elige porque te apasiona. No comprendo que un fotógrafo vea la cámara como una simple herramienta de trabajo, igual que un martillo o un soplete. Me parece un síntoma muy preocupante.
No se puede ser fotógrafo si no se ama la fotografía.
No se puede amar la fotografía si no se cuida, si no se riega.
Esta profesión exige muchas horas... si no estáis dispuestos a trabajar mucho no merece la pena que perdáis el tiempo, pero si aceptáis el reto viviréis muchos momentos de satisfacción, de felicidad íntima con la cámara mientras desarrolláis un proyecto o una idea, buscáis ese plano, esa perspectiva, esa expresión, esa composición, ese tono, ese matiz. Pensad que podéis llegar a emocionar.
No seáis tacaños con los demás, compartid vuestros conocimientos y ayudad siempre a vuestros compañeros, aunque sean vuestra competencia. Todo lo bueno que hagáis por los demás os traerá cosas buenas y todo lo malo lo pagaréis.
No escatiméis esfuerzos. Sed perfeccionistas. No os conforméis con cualquier cosa. No seáis dejados. Exigiros a vosotros mismos más que a nadie y no dejéis nunca un trabajo a medio terminar, sabiendo que puede mejorarse.
Y recordad... tenéis que formaros muy bien hoy para tener la posibilidad de poder seguir formándose mañana.